Al silencio se sellaron mis labios,
dejando una lluvia de lágrimas
perdidas en el camino
a la fuente de toda nueva melodía,
lugar donde fui a buscar las palabras
que un día me susurraron,
pero que las olvidé
por el miedo a un nuevo despertar.
No recuerdo cuando mis manos
dejaron de dibujar los latidos
con los cuales coloreaba
los besos de la luz infinita,
para regalar destellos de conciencia,
envueltos en suspiros de ternura,
que abrigaran la libertad de decir
lo que el deber no quería oír.
Una suave brisa cubrió mi rostro
con el triste vacío de una mirada
tras las rejas de la realidad,
acumulando así en mis oídos
los sonidos de los pasos que no di,
por la necesidad de reencontrarme
en un claro amanecer junto al mar
con los espectros del ser.
Al silencio se sellaron mis labios,
para no pronunciar las voces
que inundaban mis sentidos,
pidiendo una oportunidad para mostrar
los reflejos de la perfecta sincronía
que existe entre el cielo y la tierra,
abierta invitación a mirarse
con los ojos del núcleo de la vida.
(FE-2010)
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