a un mendigo a punto de jubilar,
que busca entre pavimentos,
los sueños olvidados en la almohada.
La noche ahoga los llantos
de tantos soles,
mineros de la oscuridad,
compañeros de soledad.
El río se lleva, lejos,
toda la basura de esta ciudad,
fuera de los anuncios comerciales,
más allá de las pantallas de televisión.
Una madre entrega su hijo
al cuidado de las estrellas,
olvidando las manos del dolor,
que hablaron de un futuro mejor.
Un perro persigue las ruedas
de un auto estacionado,
como pidiendo otra oportunidad,
entre árboles y semáforos.
La esquina se ve solitaria,
las sombras han partido
y no dejan rastro alguno,
las calles reciben un nuevo amanecer.
(FE-1994)
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