El cielo llora el pelo caído
entre tanto y tan poco,
quizás demasiado pronto
para un instante eterno,
que vino desde el silencio
de una botella vacía
por el descontrolado lenguaje
del que bebieron estrellas,
agujeros de la noche,
donde colgaron pasiones
que el destino navegó
entre cantos y temblores.
Las nubes flotan alegres
en un baile perfecto
dirigido por el viento,
recorriendo caminos perdidos
en el despertar del infinito,
centro de la nada
que envuelve la semilla original,
llamado a explotar los sentidos
extirpados por la razón
a toda consciencia emanada
desde el mismísimo final
en el cual nace toda creación.
Tímidos destellos golpean
una ventana cerrada al sol,
como queriendo despertar miradas
estampadas en recuerdos
donde el ir venció al venir
sin dejar de pasar
por el estático movimiento
con que el tiempo nos embriaga
para prohibirnos su abundancia,
pese a su falsa importancia
en la que creemos se construyen
los vuelos de la esencia del Ser.
(FE-2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario