Arrancaban
los días
de humos y
balas,
destruyendo sueños,
derramando lágrimas,
desgarros del
alma
por un nuevo
amanecer.
La tierra
era sembrada
de hijos
desaparecidos
en el oscuro
exilio
de las consciencias
por un forzado
silencio
entre
espanto y ternura.
Una madre
llama,
el hombre
nuevo
debe renacer
del fuego,
pintando
nuevos caminos,
colorido arcoíris,
para volver
a ver el sol.
Vientos del
tiempo
recorren los
sentidos
en la solitaria
búsqueda
del
reencuentro,
donde la
memoria
alzará su
libertad.
1974
ha pasado más
de un año,
que nunca
será pasado,
porque quedó
gravado
en las estrellas
para los que
veníamos después...
a lavar
heridas.
(FE-2016)
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