Desde el vacío tras los ojos del olvido,
se desprenden los sonidos de aquellas viejas ilusiones,
que dibujaban destellos
en un firmamento abandonado por el sol,
para que la luna acariciara
las aguas de unos mares lejanos,
donde navegan las almas
en su búsqueda
del primer latido del universo.
Ese primer pulso de aromas
que el viento esparció
en cometas y planetas
para el goce en que la vida se conecta
con pasos que van quedando guardados
en cada amanecer de los suspiros,
espacio donde los horizontes se dividen
para crear nuevas realidades,
donde las manos pueden alcanzar ese éter
que nos penetra y comunica con la verdad
que se quedó al lado del camino,
en el despertar ciego de los sentidos,
por el cansancio desplegado en un andar
lleno de espejos
sin descubrir
la claridad de los pensamientos.
(FE-2018)
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