Las generaciones han ido pasando de “vivo para trabajar” a “trabajo para vivir”, o de “vivo luego existo” a “existo luego trabajo”... y estamos yendo más allá aún, porque no encontramos la felicidad, esa que es totalmente libre de los recursos materiales que podamos acumular o incluso gastar... al no haber calma y tranquilidad en las miradas.
Por otra parte existen muchas frases resaltando casi a niveles divinos el trabajo, el esfuerzo, la responsabilidad, la disciplina, el orden, el conocimiento, la técnica... ninguno de dichos conceptos son malos en sí mismos, muy por el contrario, pero cuando a ellos les agregamos “lealtad a la empresa” se cae en vicios que destruyen toda la armonía de los grupos, mermando el rendimiento, motivación, colaboración, innovación... porque pintan todo de un color a competencia que lamentablemente saca, a menudo en el mundo laboral, lo peor del ser humano.
La empresa en la búsqueda de maximizar su beneficio económico se olvida de maximizar el beneficio espiritual de sus colaboradores directos e indirectos, o sea, su felicidad.
Si la empresa no es capaz de ser más que un ente productor de “bienes y servicios” para sus consumidores, sino también de felicidad para sus empleados... la segregación, las diferencias, las desigualdades, los abusos... jamás podrán ser resueltas en marcos de una justicia ética y moral, acorde con la sabiduría universal ancestral.
Entonces, el único modelo de negocio que prosperará, siendo sustentable y sostenible es la Felicidad, porque es un modelo amoroso y compasivo, en el cual el ser realmente se puede desarrollar y evolucionar, dado que realmente genera que la "lealtad a la empresa" no sea una cadena perpetua al yugo sordo y ciego de dueños o directores o gerentes, sino una invitación a ser felices... y quién no quiere ser feliz?
(FE-2019)
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