El tiempo juega a favor de quienes no están
amarrados a los designios del consumo, porque son libres de moverse entre los
espacios del momento presente sin distraerse con escenas que ya pasaron u otras
que aún no salen a la luz.
El cambio de las estaciones nos trae el
regalo de hacernos conscientes que debemos vivir la conexión propia con el
entorno, ya que nos saca de la rutina, en la cual el tiempo también parece
arena que se escapa entre las manos, para traernos de regreso al día de hoy
donde todo pasa y todo queda.
La naturaleza está llena de signos y
símbolos que nos invitan a sentir que estamos vivos y a encontrarle sentido a
esa expresión que somos del universo, donde nada es casual sino causal, acción
y reacción, el motor de nuestros pasos para llevarnos a donde queramos ir, siempre
en búsqueda de lo mejor para nosotros y para todos los que nos rodean.
Si vemos el bien como una expresión inmaterial,
que también puede tomar forma material, de esa infinita energía que es el Amor,
cualquier acto que realicemos siempre irá en beneficio de todos los
involucrados, directa o indirectamente, en cualquier sentido, dirección y dimensión.
Las palabras generan realidades que a veces
no logramos dimensionar, pero que siempre vibran en la frecuencia en que las
estemos pronunciando, por el devenir de los pensamientos que predominan durante
el instante de cada infinitesimal actual, los que van construyendo un presente
dinámico que lucha por ser el vehículo de movimiento del ser y no un puente
estático entre pasado y futuro, estancando el poder evolutivo de vivir la vida
que se está viviendo ahora mismo.
Desde el origen, que nunca ha sido un punto
fijo en el proceso de expansión y contracción del universo, las almas han ido
experimentando diversos viajes dimensionales y adimensionales para descubrir el
mecanismo de co-creación en cual todos participamos inclusivamente, aún desde
nuestra inconsciencia, por estar embriagados por los de un cuerpo físico y no
es que el proceso de despertar la consciencia implique un abandono del placer
que podemos experimentar en esta experiencia, sino todo lo contrario, es parte
del descubrirnos, el factor limitante es cómo el ego navega en esas aguas,
siempre poniéndose al servicio y para ser servido, un gran problema en nuestra
sociedad actual, donde las miradas no se salen del propio ombligo, dejándonos
encadenados a un control ilusorio del viento de la vida, porque el viento no lo
puedes cambiar sólo puedes mover tus velas para avanzar, ya que de otra forma
puedes retroceder o incluso naufragar.
La intensidad de nuestras convicciones son
una importante reserva de energías para alzar nuestro vuelo más allá de lo
establecido por parámetros dibujados bajo estándares de intolerancia a nuestras
diferencias, que son una bella obra de arte de nuestra propia individualidad, regalo
para todos, como una flor entregando sus colores y aromas a todo el jardín y a
todos los que pasen cerca de ella.
Una lluvia furiosa me acompaña esta noche,
para refrescar y limpiar las huellas que marcaron un nuevo camino, lejos de mi
presente que suponía o me parecía controlado, para liberar y soltar apegos, y el
cielo toma fotos con sonoros flashes para recordarme este momento que aprieta
mi garganta y enfría mi pecho, pero que me sana y me muestra otras dimensiones de
mi esencia.
(FE-2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario