En algún espacio de la conciencia, van despertando los cambios que el consumo había ocultado tras los velos del deseo y de aquella oferta por tiempos mejores. Así, la paradoja del tiempo ensordece los sentidos, en la angustia de no permitirles distinguir entre lo suficiente y lo realmente necesario, juego entre la escasez y el egoísmo.
Discursos de igualdad llaman a unirnos en un solo cuerpo, en una sola verdad, contradiciéndose la igualdad y la verdad, porque ni una ni la otra tienen respuestas únicas a las demandas que la mente y el espíritu buscan descubrir en el canto de la calle, al son de los vientos del pueblo.
Los pétalos secos de una flor van cayendo, sembrando una plaza de dolores, donde un manto blanco quiso teñirse de rojo para limpiar las heridas de los abusos que acompañaron a la pérdida del miedo, pero los mensajes se confunden y los oídos no escuchan con el corazón, la rabia ha llevado a las miradas hacia puntos de desencuentros, donde la intolerancia es la herramienta más efectiva para alzar demandas, pero desmiembra el árbol de la colaboración, único lugar desde donde la compasión puede ayudar a crear una nueva sociedad, sostenible y sustentable.
Entonces, ahora la rabia es de unos y el miedo es de otros, sentimientos que no son luminosos. Construir en la oscuridad es mucho más complicado y tiene mayores riesgos, así como también involucra niveles más elevados de recursos. Nuestra primera misión debiera ser movernos hacia espacios más luminosos de encuentro, donde poder comunicarnos y construir juntos, con la transparencia de que las sombras son visibles para todos y no serán un obstáculo insalvable en el camino.
Se nos viene un largo camino que si seguimos en la dinámica de que nadie tolera a nadie, o sea, si no piensas como yo... te insulto, si no piensas como yo... te discrimino, si no piensas como yo... te agredo, si no piensas como yo... tus opiniones no son válidas, si no piensas como yo... no te respeto, destruiremos por completo toda aproximación a la diversidad y a la inclusión.
La verdad es un gran puzzle, del cual cada uno de nosotros tiene una pieza, por lo que todos somos necesarios para construir esa verdad, así como un piano requiere de las teclas negras y blancas para producir melodías maravillosas. Puede que mi pieza no calce con la tuya, pero no significa que mi pieza o tu pieza estén falladas, sólo que necesitamos de la o las piezas de otros para poder comprender la importancia y el rol de mi pieza y de tu pieza. Así tenemos que tener la grandeza de poder visualizar eso, que mi pieza no es la verdad, es una pieza de la verdad y que necesito de la tuya y de muchos más, de todos, para poder descubrir la verdad. Si nos ponemos a juzgar y descalificar las piezas de otros, jamás lograremos llegar a construir la verdad, sólo fragmentos, que pueden hacernos parecer grandes sabios o líderes, eso sólo saciará ambiciones de poder individuales, pero nunca nos permitirá construir la Sociedad de la Felicidad.
(FE-2020)
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