El día se apaga, las voces de los árboles se mezclan para elevar sus plegarias a las estrellas.
Hablan de historias pasadas, que aún no han pasado, dibujadas en la danza de las olas que acarician los pasos dejados en castillos de piedras sobre las nubes.
El volcán se oculta tras el lago, quiere descansar en su verdadera naturaleza, para acompañar el silencio de los habitantes del bosque, sombras invisibles a los ojos del sol.
El aire se ahoga en el pecho, unos gritos despliegan sus alas, viajan saltando de cana en cana, de almohada en almohada, para llevarse las lágrimas del tiempo.
Una brisa nocturna despeja los pensamientos que dibujan nuevos cometas y planetas en la memoria del fuego, origen de la flor de la vida, suspiro primario que hizo girar la rueda de la verdad, donde se reflejan las esencias del sufrimiento para el gozo del descubrimiento del vacío.
Se cierran los ojos, respiro profundo, dejo entrar el sueño en mi cuerpo, descanso, mañana será otro día para dejarse llevar por los remos y el viento.
(FE-2022)
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