El río bajaba apresurado desbordándose en alegrías, llevándose sueños, dolores y malos olores.
Hoy el río no canta en invierno, los techos no llaman a la primavera y la sequía se llevó hasta las nubes.
Hoy el río se rebalsa de autos que corren hacia destinos a destiempo para cumplir con el progreso hipnótico que consume a las estrellas de la ciudad.
Hoy el río sigue la danza de ciclistas que acarician sus riveras persiguiendo melodías envasadas, adentrándose por calles en los brazos que le cortaron.
(FE-2022)
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