El agua despeja malos sueños de una realidad dormida.
El frío penetra los pulmones, las ruedas comienzan a girar al compás de los latidos del sol que trepa por las montañas.
La ciudad avanza, la gente ahoga los miedos en sus casas, pero los cambios quedaron tatuados en las plazas.
El río pierde su destino, dándole el paso a vehículos solitarios, espejismos de verdades ocultas en la sequía de los pensamientos.
Enciendo el computador, números se descuelgan de la pantalla como una lluvia que las nubes olvidaron en alguna estación clausurada.
(FE-2022)
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